Archivo de agosto, 2010

Good bye twitter (otro efecto del paralelismo histórico)

Posted in Casa on agosto 28, 2010 by eCronopio
«Para parar hay que empezar algún día
y yo no puedo dejar de empezar.»
Revolución Turra
Aunque resta un poco de acción dedicar tiempo a la fría observación tiene resultados impresionantes. Observar los movimientos y ver los ciclos repetirse una y otra vez es una experiencia tan perfecta que puedo considerar hasta dolorosa, me ha tocado de joven entender la amargura de los ancianos. Me lo había contado Sabines con Los Amorosos y Sabina con su Ruido («todos los finales son el mismo repetido»), toca vivirlos y disfrutarlos.
En estos momentos estoy cerrando mi cuenta de twitter @eCronopio, con menos violencia que El Salmón, pero compartiendo la misma convicción. Igual Facebook ha sufrido algunas ligeras e imperceptibles modificaciones.

Tiramisú de limón

Posted in Casa on agosto 13, 2010 by eCronopio
Puede que quizás luego sea hoy.

Silicona

Posted in Casa on agosto 8, 2010 by eCronopio

Ni imploro tu perdón ni te perdono,
ni te guardo rencor ni te respeto,
si tardo en devolverte el abandono
repróchaselo al tono del soneto.

Rompe la veda, ensánchate, respira,
falsa moneda mancha a quien la acuña,
las heces de un amor que era mentira,
no merecen el luto de una uña.

Ni sembraré de minas tu camino,
ni comulgo con ruedas de molino,
ni cambio mi mar brava por tu calma.

El matasanos que esculpió tus tetas,
de propina, lo sé por mis tarjetas,
te alicató con silicona el alma.

Me encanta Dios

Posted in Casa on agosto 5, 2010 by eCronopio

Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.


Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida — no tú ni yo– la vida, sea para siempre.


Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang… Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.


A mi me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas, y es tan juguetón y travieso que el otro día descubrí que ha hecho — frente al ataque de los antibióticos — ¡bacterias mutantes¡


Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble. Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.


Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia –y se agita y crece– cuando Dios se aleja.


Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.


A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.